No me adviertan la muerte.
Que el dolor calle su propósito.
Que el dolor no trepe como una estaca.
Que las dolencias que operen sean las otras,
Las mansas, aquellas que el miedo sabe,
Por miedo y por viejo, no incitan augurios.
No quiero saber que estas horas quizá
Son las horas últimas, tan pedestres pobres.
Tan sin relieve, tan sin significar.
No quiero ejercer la certeza inmediata
Que acaso en algunos días o semanas
Ya no estará eso que llamo yo
Para quejarse o intuir, o fumar
O construir con la vaga substancia
Que hereda la vigilia del sueño
El traje apropiado para vestir un día más,
Una noche más, de éstas, tan llenas de nada.
Pues el dolor propaga como en implosión
La insólita pretensión de sentido.
Que sea secreto el momento en que dejaré de estar,
que no sepan los libros, las sondas, las pastillas
ni el verborrágico espejo leer el reloj.
Que como a un árbol cansado y distraído
sea un relámpago el trino final.
viernes, 24 de mayo de 2013
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