El espejo es un acto atroz.
La mente tramita la oxidación
horadando huecos con palabras.
La costura única que escinde
el sueño de la otra ficción
es el dolor manso, ameno casi, burocrático,
de la propiocepción vigilante.
Pues despertar es volver de un mañana
que se atesta de ayeres.
La armadura ociosa registra
con minuciosa indiferencia
los efectos y las muescas del reloj.
domingo, 8 de julio de 2012
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