Cuando llueve
Sales a la calle y dejas que a ella
Las gotas la toquen.
Lo haces desde tu cuarto,
A través de la ventana.
Contra el vidrio, fresco, apoyas las manos
Y quizás un tramo de tu rostro.
Eres casi feliz
frente a la pantalla de tu ordenador.
Allí puedes ser la que observa
Desde la cúpula dorada de una mezquita
El crepúsculo sobre Estambul.
La que espía
Los pasos de un pájaro desconocido
Sobre un atolón sin nombre.
La que bebe con desconfianza
El agua turbia de un pozo en el Sahara.
La que se asombra
Por la belleza de las llamas rojas y amarillas
Que danzan con y contra el viento
Mientras desinfectan una aldea en Rodhesia.
La que en Valparaíso contempla
En el horizonte más lejano que puede imaginar
Como se hunde el ocaso en el Pacífico.
Eres todas ellas
Y sin embargo no eres ninguna.
Cuando cierras los ojos
La mano paciente y joven
De un hombre que te quiere
Acaricia las ondas de tus anhelos.
Cuando amaneces
Sientes celos de aquella que duerme.
Y te preguntas:
¿Podrá mi vigilia asaltar esos sueños?
jueves, 15 de noviembre de 2007
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